EL SILENCIO DE LOS CORDEROS
24 de Septiembre de 2023
Resulta clamorosa la falta de pulso de una sociedad como la española, que admite impertérrita la colección de ruedas de molino con las que le obsequia este desgobierno para comulgar. Ruedas que no sólo le compra su parroquia y allegados, sino también la leal oposición, que acude presurosa a su rescate cuando las disensiones internas hacen que los números no den, o incluso se suma airosa, sin criterio alguno, a los esperpentos ideológicos habituales, mientras asistimos a la demonización, sin argumentos, de quienes realmente se oponen. Cosas de la posverdad.
Cabría hablar así de “muerte social”, pero me niego a asumir que nuestra sociedad esté muerta y prefiero pensar que sólo está profundamente dormida, atacada por un virus que la lleva a la inacción como forma habitual de pensamiento y vida. A fin de cuentas, si el sol sigue saliendo cada mañana, ¿qué necesidad hay de comprometerse?
No puedo tampoco admitir que sea capaz de cambiar de criterio en poco más de un mes, el que va de mayo a julio, cuando después de condenar al gobierno lo indultó, por muy poco, pero lo suficiente para permitirle reeditar pactos contra natura y continuar el proceso de deconstrucción nacional. Virtudes de la propaganda.
Así pues, vivimos una época marcada por una progresiva inmersión en un pantano de ideología que nos azota con sucesivas oleadas de nuevos frentes, cada uno más virulento que el anterior, pasando así, en solo cuatro años, de la incorporación de las rastas y los bebés lactantes al Congreso de los Diputados, al sexo fluido y la locura del lenguaje inclusivo, todo aderezado con toques de indultos a conveniencia o reformas del código penal a la carta, en una atmósfera de confinamiento manifiestamente ilegal que puso el agua en la olla para que, calentada a fuego lento, mantuviera la rana dentro hasta su completa cocción.
Nada de particular, pues, en que un gobierno en funciones acometa una ley de amnistía a todo un proceso golpista, que las terminales amigas convierten en un debate jurídico sobre su constitucionalidad. Algo parecido al dedo que señala la luna. ¿Dormidos?
Podríamos citar muchos ejemplos de instituciones paralizadas en la olla, pero quiero referirme expresamente a la Guardia Civil, siempre atenta a las amenazas a nuestra seguridad, dispuesta a dar la vida en defensa del Orden y la Ley. Su solidez moral y el rigor con el que ha asumido históricamente su compromiso la ha convertido en claro objetivo de las fuerzas deconstructoras.
Muchos son los ataques que ha sufrido a lo largo de su historia, pero los últimos años han resultado especialmente difíciles: ha sido manifiestamente relegada en los órganos de dirección del Ministerio del Interior; algunos de sus mejores profesionales han sido destituidos y postergados injustamente por conveniencias políticas; ha visto cómo sus competencias se veían progresivamente mermadas al servicio de intereses espurios, corto o largoplacistas, según el punto de vista de cada socio; y un largo etcétera, no por conocido menos lacerante.
Ahora, el cocinero ha decidido subir un punto el fuego de la olla y de la aversión ha pasado a la desfachatez. ¿Cómo calificar, si no, la concesión a Doña Manuela Saborido Muñoz, más conocida por “Manolita Chen”, de la Cruz de Plata de la Orden del Mérito de la Guardia Civil?
Desconozco qué otros méritos acumula la Señora Saborido, aparte de ser la primera mujer transexual a la que se concedió el cambio de nombre y sexo en el Documento Nacional de Identidad, pero conozco los requisitos para ser acreedor a tal condecoración: “Realizar hechos que sin reunir la condición de riesgo personal, supongan una relevante colaboración con la Guardia Civil o revistan por su naturaleza un carácter o mérito tan excepcional que requieran el alto reconocimiento y esta especial distinción”. No parece que se den estas circunstancias en el caso de la señora (o señorita) Saborido (o Chen). Y, en tal caso, ¿por qué la Orden del Mérito de la Guardia Civil, nada menos que en su categoría de plata?
Disponiendo el gobierno de muchas otras vías de reconocimiento, hay que entender que la utilización de la de la Guardia Civil tiene notas oscuras. ¿Quién formuló tal propuesta? De ser ajena al Cuerpo, ¿por qué el mando la consintió? Conozco la exigencia de la disciplina en la Guardia Civil, pero sé también que por encima de la disciplina está el honor, también en el nuevo código ético regalado por el cocinero.
Esta controvertida condecoración viene a tapar otra, no menos polémica. El Ministerio del Interior también ha recompensado con la misma a Doña María Gámez Gámez, exdirectora de la Guardia Civil, que ya había destacado por anteponer los intereses de su partido a los del Cuerpo, y que se vio obligada a dimitir por un tema de corrupción relacionada con su propio esposo. Aquella dimisión será recordada siempre por el bochornoso espectáculo que ofreció la cúpula del Instituto rodeando a la dimisionaria en el anuncio público de su retirada, que no cese. Todo parecía indicar que presentaban también la suya, pero no, sólo le hacían el coro del canto del cisne. Cosas de la disciplina.
Dicho esto, cabe preguntarse ¿está la Guardia Civil también en la olla? Nací en un cuartel y conocí los sacrificios de mi padre para cumplir fielmente su deber, como Guardia Civil y como persona. He dedicado más de cuarenta años de mi vida a tan gloriosa institución y no me han resultado fáciles; a mis vicisitudes personales debo añadir el haber sido testigo privilegiado del dolor causado por el terrorismo, hoy ninguneado para blanquear a los terroristas. Por eso conozco perfectamente el desempeño y el sentir de los Guardias Civiles y sé que no están en la olla. Sólo pido que cada uno cumpla con su deber y actúe según el código de honor aprendido, para no hacer de nuestro Benemérito Cuerpo un juguete en manos de los profetas del desastre.