NO ES POR ESPAÑA
13 de Noviembre de 2023
Vivimos una época de incredulidad. Cuesta creer que estemos asistiendo a este espectáculo bochornoso que nos depara la política nacional. Y si es inaceptable para cualquier profesional, no me cuesta nada imaginar el estupor y la rabia que debe consumir en estos días a los servidores públicos. Especialmente a quienes hemos jurado derramar, si fuera preciso, en defensa del honor e independencia de la Patria y del orden dentro de ella, hasta la última gota de nuestra sangre. Quienes así juramos, sin que se nos haya relevado del juramento, no podemos evitar un estremecimiento ante tanta ignominia como vemos.
Y es que el juramento obliga. También la promesa, avalada por la propia conciencia y honor, de cumplir fielmente las obligaciones de un cargo público con lealtad al Rey, y guardar y hacer guardar la Constitución como norma fundamental del Estado. Y si no se cumple, ¿cuál es el reproche? Estoy seguro de que repasando el catálogo de delitos, encontraremos alguno que le cuadre al felón, pero imagino que los jueces y tribunales estarán ya en ello.
Porque los juramentos no son asunto baladí. Todas las instituciones del Estado deben ratificar su compromiso para acceder al cargo al que han sido promovidos. Todos, del Rey al último concejal. Recientemente hemos asistido al de nuestra Princesa de Asturias, como en su día al de su augusto padre y antes al de su recordado abuelo, que juraron desempeñar fielmente sus funciones, guardar y hacer guardar la Constitución y las leyes, y respetar los derechos de los ciudadanos y de las comunidades autónomas.
No es momento para repasar los puntos en los que se manifiesta la traición. Ríos de tinta han corrido ya tras los análisis de los especialistas en cada parcela traicionada. Evidentemente, la quiebra de los principios de igualdad de los españoles ante la ley y de separación de los poderes del Estado, son el estandarte de este movimiento rupturista. Pero, para mí, el desprecio a las victimas del terrorismo y la traición a todas las instituciones que se opusieron al golpe de Estado del 1 de octubre de 2017, me resulta especialmente intolerable.
Tampoco podemos olvidar que esta situación trae causa de una ley electoral que concede una sobrerrepresentación precisamente a partidos políticos que no velan por el interés general de los españoles, sino por los de entidades menores, frecuentemente contrapuestos a los nacionales. Pero nunca los partidos con capacidad de gobierno, ninguno, han planteado su reforma, quizá porque todos han venido pescando en ese río revuelto, hasta que el pez ha crecido demasiado y se come al pescador de turno.
La desfachatez de los promotores les lleva a alegar el interés de España para justificar su felonía. Ampararse en esto como justificación a una acción que no tiene otro fin que conseguir los votos necesarios, uno a uno, para alcanzar una investidura, requiere un blindaje de cemento armado en el rostro. La duda es cual es el objetivo último de esa investidura: si mantener el control del Estado y seguir repartiendo prebendas a los amigos, o cumplir un programa cuyo alcance me resulta tan desconocido como tenebroso.
En cualquier caso, llegados a este punto, es preciso que TODAS las instituciones que vertebran el Estado, y se opongan a estas maniobras, asuman su responsabilidad con lealtad a España y decisión para expresar su rechazo a los pactos consumados, por el coste inasumible que representan para todos los españoles.
Nuestro Foro Duque de Ahumada recibe la herencia del Fundador de la Guardia Civil y trata de proyectarla hacia otros espacios donde se haga bandera del honor y del espíritu de servicio a la sociedad. Mal haríamos si en este momento no uniéramos nuestras fuerzas para denunciar una situación incompatible con nuestro credo y con los compromisos adquiridos.